Discurso Presidente Nayib Bukele en 75 Asamblea General de la ONU
Contamos con el ingenio y la imaginación humana; lo que nos diferenció y nos sigue diferenciando de otras especies. La especie humana puede vivir miles de años más y siempre tendrá algo más que inventar. Las posibilidades de hacia dónde vamos como humanidad son casi infinitas.
Un saludo a todos los pueblos del mundo y mi solidaridad por los momentos que todos estamos pasando. Momentos históricos, trascendentales, de los más difíciles que nos han tocado experimentar.
Ya son más de un millón de muertes confirmadas en esta pandemia. Millones desueños que se perdieron, millones de personas que han sufrido la muerte de un ser querido, millones de vidas que cambiaron para siempre. Debemos seguir trabajando por ellos y hacer que estos números no crezcan demasiado. Primero Dios así sea y mis oraciones para todos ellos.
Este momento de inflexión en el camino de la humanidad hace que nuestra
responsabilidad sea mucho más grande de lo normal. El destino de generaciones depende de lo que hagamos, o no hagamos, en estos días.
Un saludo también a la Asamblea General en estos 75 años, desde la fundación de las Naciones Unidas, una de las grandes ideas de la humanidad.
Gracias a todos los que me están escuchando, ya que podrían estar haciendo
cualquier otra cosa con su tiempo, un bien cada vez más preciado y escaso.
Gracias especiales a los salvadoreños, tanto fuera como dentro de nuestro país, por permitirme estar acá y por permitirme trabajar para ellos.
Y gracias, principalmente, a Dios, ya que todo lo que pasa es debido a él.
Hace un año, en esta misma Asamblea General, mencioné la urgente necesidad de que esta cambie de formato y que, si no lo hacía, esta se iba a volver irrelevante.
Pues, la Asamblea General cambió de formato, poco, pero cambió. Empujada por una pandemia histórica, pero cambió. Pero, ¿cuáles son los resultados de este cambio? Volverse todavía más irrelevante.
Este año se ha vuelto tan irrelevante, que ni siquiera se ha discutido su irrelevancia.
Para la gran mayoría de la población, es casi como que no existiera. La mayoría de la gente no solo no verá estos discursos, sino que: o ni siquiera se acuerda que esta Asamblea existe o, dependiendo de su edad, nunca supo que existió.
Como ejercicio, le he preguntado, en estos últimos días, a varias personas acerca de la Asamblea General. Personas de todo tipo, de todas las edades.
La mayoría de ellos ni sabía que la Asamblea estaba en sesión y el resto, una minoría, ni sabía de qué se trataba o quién iba a disertar.
Si no me creen, hagan el ejercicio y pregúntenle a la primera persona que vean luego de ver este discurso.
Esto lo digo en un afán de autocrítica, ya que como Presidente de El Salvador, soy parte de esta Asamblea General. Y como ser humano, soy un firme creyente en el potencial para el bien de esta herramienta.
Pero, como lo advertí el año pasado, el mundo ya cambió y sigue cambiando cada vez más aceleradamente. Y el que no cambie, corre el riesgo de desaparecer. Hoy, el mundo es muy diferente al mundo de hace tan solo unos años. No hay ningún otro momento en la historia registrada en donde la sociedad haya cambiado y siga cambiando tanto en tan poco tiempo.
¿Y qué hemos hecho como Asamblea? Enviar los discursos por video. Solo eso… y obligados por una pandemia. Un cambio reactivo en lugar de un cambio valiente hacia el futuro que queremos construir. Ese cambio, por sí solo, no es suficiente.
Y el mundo seguirá cambiando, cambiemos nosotros o no. Para algunos, estas palabras pueden sonar fuertes. Pero es mi alta consideración a los principios fundacionales de las Naciones Unidas y los de esta Asamblea, la que me hace decir estas palabras. Quiero que cambie para que sobreviva.
Quiero que cambie para que como humanidad podamos utilizar esta gran herramienta. Quiero que cambie para que todos juntos tengamos una mano en el cambio del mundo. En el destino conjunto de la humanidad.
Y no solo es la Asamblea General la que está en el riesgo de la irrelevancia: ya casi acaba el año y todavía estamos sufriendo efectos de una de las crisis más grandes en la historia moderna de la humanidad, ¿y qué hemos hecho como Naciones Unidas?
Hagan el ejercicio de nuevo, y pregúntenle a la primera persona que vean qué ha hecho las Naciones Unidas en esta pandemia.
Ha habido ayuda internacional, eso sí. Y es en esta parte que quisiera darle las gracias a los países y organizaciones que nos ayudaron y nos siguen ayudando para que podamos sobrevivir esta crisis.
Gracias al Gobierno y al pueblo de los Estados Unidos, que nos ayudaron a cambiar un sistema público con 31 unidades de cuidados intensivos a uno con más de 1000 UCIs funcionando, enviándonos 600 respiradores artificiales en un momento en donde estos escaseaban en el mundo.
Gracias al Estado y al pueblo de Japón, que sin su ayuda jamás hubiéramos podido crear el hospital más grande de la región y uno de los hospitales más avanzados y más grandes contra el COVID en el mundo. Mi agradecimiento, para siempre, y mi enorme admiración al gran pueblo de Japón y a su gobierno. Ejemplo de sociedad para el mundo.
Gracias también a todos los países, organizaciones, empresas privadas y voluntarios alrededor del mundo que nos han ayudado y nos siguen ayudando
desinteresadamente. Desde el fondo de mi corazón; de parte mía y de parte del pueblo de El Salvador.
Toda esta ayuda nos ha permitido y nos permitirá seguir salvando miles de vidas, no solo en esta pandemia, sino también en los años que vienen. Cada vida que hemos salvado y que salvaremos juntos son también generaciones salvadas, cientos de miles de vidas e historias que existirán gracias a lo que hemos hecho en estos días. Gracias a Dios por permitirnos la oportunidad de hacer esto y gracias a todos los que nos han ayudado a hacerlo.
Pero esta ayuda ha sido en su gran mayoría un trabajo bilateral y no necesariamente debido al sistema de las Naciones Unidas. A pesar de haber sido creada en gran parte para eventos como este, eventos existenciales para la humanidad, ha faltado liderazgo de parte de este organismo para unir al mundo y enfrentar a este virus en un frente común.
Pero, no vale la pena lamentarnos por el pasado, debemos ver esto como una
oportunidad, como un llamado de atención para prepararnos antes que nos golpee una amenaza similar o una más fuerte todavía. Prepararnos para la próxima amenaza global.
Y más que eso, aprovechar también la oportunidad única que tenemos, en este
momento de la historia, de construir y crear nuestro futuro.
Cuando era niño, y me gusta creer que no fue hace mucho tiempo, pensábamos en el futuro y nuestra mente volaba por las posibilidades: carros voladores, humanos dedicados a las artes y a las humanidades, a vivir, robots haciendo el trabajo que los humanos no querían hacer. El mundo que nos imaginábamos, y hablo en plural, ya que era el futuro en la conciencia colectiva de la humanidad, era un mundo multicultural, un mundo en donde no había guerras y ocupábamos nuestro esfuerzo en explorar las estrellas y en empujar el alcance de la humanidad.
Qué imaginan ahora los jóvenes cuando piensan en el futuro: catástrofes naturales, pandemias, guerras, escenarios apocalípticos y post apocalípticos, sociedades distópicas.
Y si no me creen, hagan el ejercicio de nuevo y pregúntenle al primer joven que vean: ¿Qué se imaginan cuando piensan en el planeta Tierra del futuro?
Pero, en ciertos aspectos, ya estamos en el futuro que muchos pensábamos cuando éramos niños. La tecnología ha llegado a niveles que ni los futurólogos más ambiciosos lograron imaginarse.
Casi todos los que me están escuchando tienen una súper computadora en su bolsillo; es más, la mayoría de ustedes me están escuchando desde una súper computadora.
Cualquier smartphone en la actualidad tiene millones de veces más poder computacional que las supercomputadoras que nos llevaron a la luna. El último IPhone es, por lejos, mucho más poderoso que las supercomputadoras de los 70s, de los 80s, e incluso de los 90s.
Y no solo eso, sino que hay miles de millones de estas supercomputadoras,
diseminadas en casi cualquier punto del globo y conectadas entre sí por la red más grande en la historia de la humanidad.
Hace un año, mencioné esto en esta Asamblea General: El potencial de esta red. Y desde entonces, esta red se ha vuelto mucho más grande y más poderosa. Y en un año, lo será aún más.
Como humanidad, creo que no hemos comprendido todavía el potencial de esta red.
El potencial de todas las herramientas que tenemos a disposición debido a esta red.
El potencial que tenemos, tanto individual como colectivamente. Nunca en la historia de la humanidad habíamos tenido tantas oportunidades para poder hacer lo que queramos hacer. Para ser honestos con nosotros mismos y crear
lo que queramos crear.
Esta red nos permite conectarnos instantáneamente con las mejores mentes del mundo, desde cualquier parte. Esta red nos permite conectarnos con personas con nuestros mismos intereses, con nuestras mismas aspiraciones, con nuestra misma visión del mundo.
Y estoy hablando desde el punto de vista individual. Imagínense lo que podemos llegar a hacer como humanidad.
Hay algo malo en este mundo, si miles de millones de personas tienen una súper computadora en su bolsillo y los problemas siguen siendo los mismos.
Problemas históricos como el hambre, falta de vivienda, muertes por enfermedades curables… Todos estos son ahora problemas relativamente fáciles de resolver como humanidad. Si el mundo entero se decidiera por resolver cada uno de ellos, se resolverían en cuestión de meses, o incluso menos.
Esta capacidad de cambiar el mundo la hemos probado tan solo marginalmente en estos últimos meses y, a pesar de esto, los resultados han sido increíbles, tanto mundial como localmente.
Mundialmente lo estamos viendo en la carrera por la vacuna y en la colaboración global para el tratamiento del virus. En este tema, quiero agradecer efusivamente y especialmente a la comunidad médica italiana, cuyos estudios fueron el inicio de los protocolos que salvaron miles de vidas en El Salvador. No digamos en el mundo entero. Y que fueron desarrollados tomando un gran riesgo personal, más en ese momento, que conocíamos tan poco de este virus.
Gracias en nombre del pueblo de El Salvador. Los aplausos del mundo se quedarían cortos.
Y, localmente, lo hemos visto en El Salvador, en cómo transformamos en meses un sistema de salud inhumano y sumamente precario, a estar en proceso de convertirse en uno de primer mundo. Nos falta, pero nos hemos dado cuenta de que si lo intentamos, podemos lograr mucho más y más rápido de lo que nos imaginábamos.
Cada día que pasa, en donde no empecemos a unirnos y a trabajar en resolver los problemas del mundo y de la humanidad, son vidas que se perderán para siempre.
Son oportunidades que perderemos para siempre. En El Salvador lo estamos intentando, y al mismo tiempo estamos limpiando y ordenando la casa, con problemas en el camino, pero, gracias a Dios, con excelentes resultados.
Con la ayuda de países amigos, hemos logrado bajar dramáticamente todos los indicadores de inseguridad: homicidios, extorsiones, robos, etcétera.
En nuestra administración, hemos salvado un promedio de nueve vidas diarias que no han sido asesinadas: nueve familias que, cada día, estuvieran lamentando la muerte de un ser querido.
Gracias a Dios hemos logrado esto mucho más rápido de lo que pensábamos.
Primero Dios, esta tendencia siga y podremos pronto convertir a El Salvador en uno de los lugares más seguros del continente; un país que hace tan solo dos años era considerado por muchos el país más inseguro del mundo.
Nos falta mucho todavía, hay varios temas que tenemos que resolver, pero si
utilizamos las herramientas que como humanidad hemos creado, podemos acelerar este proceso que todos los países desarrollados tuvieron que pasar.
Lo estamos haciendo, estamos empezando a diseñar y a construir un nuevo país.
Nuestra idea es empezar a construir un modelo de sociedad para el mundo, como ya lo son varias sociedades. Cada una con sus particularidades, pero cada una un ejemplo de lo que podemos lograr como humanidad.
Por eso, y con la idea de acelerar nuestra visión de lo que se puede hacer como sociedad interconectada, invito a todos los pensadores y hacedores del mundo que quieran ser parte del diseño y construcción de un país, a trabajar con nosotros para construir el milagro salvadoreño.
Aquí es un país donde ya existe la voluntad política para tomar ese salto que tanto necesita la Asamblea General. Acá tendrán a disposición un Gobierno con ganas e ideas y la vocación de un pueblo que quiere ver hacia delante, que quiere crear su propio futuro y, al mismo tiempo, hacer una contribución a la humanidad.
Además de un buen clima y buenas olas, todos los meses del año.
Somos un país en construcción y eso es algo sumamente emocionante. Pero
queremos acelerar este proceso y para eso queremos que los pioneros del mundo nos ayuden, tanto en el ámbito público como en el privado.
Imagínense lo que podemos hacer como humanidad en la época de la historia en donde la ciencia está en su punto más avanzado. En donde tenemos un mundo casi totalmente conectado, en donde puedo dar unas palabras y llegar a cualquier rincón del mundo. Y de ahí me pueden responder, colaborar y crear.
Las herramientas ahí están, para utilizarlas y mover a la humanidad, al menos un poco, en el camino correcto.
Contamos con el ingenio y la imaginación humana; lo que nos diferenció y nos sigue diferenciando de otras especies. La especie humana puede vivir miles de años más y siempre tendrá algo más que inventar. Las posibilidades de hacia dónde vamos como humanidad son casi infinitas.
Pero tenemos que tomar el control de nuestro destino. La humanidad debe siempre buscar su camino. Y es el propósito de algunos pioneros: tener la posibilidad, la consciencia y el valor para hacerlo.
Si nos unimos y logramos hacer esto, podremos vivir e incluso llegar a ser artífices de una de las edades de oro en la historia de la humanidad.
Que Dios nos ilumine a todos y nos permita reconstruir el futuro, juntos, como
hermanos.
Muchas gracias.
29 de septiembre de 2020