Los partidos políticos: Una figura agotada. Segunda parte
Antropólogo Pedro Ticas
En mi trabajo anterior que este periódico Cuscatlán Hoy me hizo favor de publicar el 19 de julio de 2021, anticipé que en la segunda parte del tema que ahora abordo, trataría los tres elementos que me parecen se han cumplido en forma y contenido sobre algunas de mis tesis, la comprobación de mis hipótesis y la reafirmación de mis teorías expuestas hace más de 20 años en materia del estado de la cuestión de la organización social salvadoreña y su ruptura sistemática con la organización política partidaria. En realidad, mi tesis sobre la figura agotada de los partidos políticos ha sido una construcción epistémica y empírica que he desarrollado desde el año 1997 y que he expuesto en distintos trabajos en diferentes años y realidades. La observancia epistémica me ha llevado a presentar de manera subsecuente los siguientes trabajos: primero, “La Reconversión del Estado Salvadoreño: un proyecto de nación propio”, le siguió “El Salvador: contrapuestos entre gobernanza, autoridad, poder y conocimiento”, posteriormente, “Maras, Estado y Sociedad en El Salvador: el Mapa ciudadano de seguridad social. Una construcción antropológica”, El concepto de Control Territorial en la producción económica material la producción intelectual y la seguridad social pública y privada”, “La refundación de El Salvador: nuevos escenarios para salvadoreños dentro y fuera del país con visión de nación”, después “Reconvertir los partidos políticos y estado salvadoreño: una ruta imperativa contra el escepticismo político”, enseguida “Algunos partidos políticos: entre su figura anacrónica agotada, el poder y la reconversión del estado salvadoreño” y finalmente “Los partidos políticos: una figura agotada” del cual ahora presento su segunda y última parte.
Señalo los trabajos anteriores como antecedentes de los cuales me valgo para fundamentar el cumplimiento de mis tesis e hipótesis planteadas desde 1997 y que ahora, después de 24 años me parece surgen visos para su cumplimiento. Debo anticipar al lector, que me refiero a las formas de gobierno, es decir, a la manera político-administrativa que hasta hoy impera en El Salvador. No es pues el anuncio del desaparecimiento de los partidos políticos como instrumento –aunque esto también podría presentarse—, sino al unísono o paralelamente, el surgimiento de nuevas estructuras y formas de gobierno desde el ámbito Local, Departamental y Nacional.
Inicio entonces con señalar que el sentido conceptual y principal de mis trabajos se comprenden en las siguientes preguntas: ¿son los partidos políticos la única y mejor representación democrática de la sociedad?, ¿es posible una sociedad sin partidos políticos?, ¿podría la sociedad crear sus propios sistemas democráticos activos, participativos e identitarios para representarse a sí misma y gobernar sus propias entidades?, ¿ es la globalización el instrumento ideal de la reconfiguración del capitalismo para minimizar o desaparecer la organización político-partidaria?, ¿en dónde y que sociedades reorganizarán sus Constituciones Nacionales hacia la adopción de la universalidad de sus Contenidos?. Cierto es que siempre habrá más preguntas que respuestas porque el objeto político es una construcción permanente. En esa línea, muy difícilmente podemos explicar el TODO, pretender hacerlo revelaría la más clara ignorancia amparada por la más profunda subjetividad. Sin embargo, necesitamos explicar al menos algunas de las partes de ese TODO. En esa búsqueda de explicar sus partes, cada una de las preguntas expuestas anteriormente no pueden ser resueltas de una sola forma, requieren de su tratamiento holístico. Así que entonces, en este trabajo trataré de construir una respuesta concatenada de todas esas preguntas a través de lo que me parece constituye una de las primeras comprobaciones de mis tesis, esto es, la organización social como contrapuesto de la organización política.
En esa línea, mis tesis, la comprobación de las mismas y su reafirmación teórica se hallan sostenidas en tres componentes esenciales: 1) el paso de sociedad política a sociedad civil (la transformación de la organización política en organización social), 2) la imperativa necesidad de refundar el estado salvadoreño y 3) la construcción del mapa ciudadano de seguridad social y pública a partir del concepto de control territorial que propuse en 2014.
Componentes 1, 2 y 3: El paso de sociedad política a sociedad civil, la imperativa necesidad de refundar el estado salvadoreño y la construcción del mapa ciudadano de seguridad social
Sociedad civil y sociedad política no se hallan enfrentadas, por el contrario, la disociación plena entre ambas significa el inicio de una ruptura epistémica de ascensión de una sobre la otra, en este caso, de la sociedad civil sobre la política, surge entonces la noción de contrapuesto del partidarismo. Pero este contrapuesto no debe ser leído como contradicción, eso es otra cosa. El contrapuesto significa la negación de la negación de la sociedad, es decir, la superación de sí misma por sí misma para pasar de un estado político a un estado de organización social. No es pues la renuncia de la sociedad civil a su actividad política sino por el contrario, la organización y configuración de nuevas y mejores formas de organización política a través de la reorganización del estado nacional en lo político, cultural, social y jurídico desde la organización social.
Pero mi tesis fundamental en relación con la organización social como eje principal de la organización política surge, como señalo anteriormente, de la observancia constante de la actividad social salvadoreña en la cual, su displicencia por el orden de lo social ha sido motivada por el activismo político a ultranza, causando con ello, la más pasiva y apática actitud de interés hacia los aspectos identitarios de la sociedad y particularmente de sus propios espacios de hábitat.
Sin duda la organización social surge como reflejo de la organización política. Pero también, no siempre se produce tal correlación. En sociedades con mayor desarrollo en organización social, la política pasa a segundo plano o simplemente no figura en el interés cotidiano de los ciudadanos. Pero si la sociedad civil (organización social) es un reflejo de la organización política, esta última habría de expresar y configurarse como expresión de la primera, en tanto la existencia de un elemento articulador entre ambas se halla en la Moral. Al respecto, Platón “no aceptaba la idea de que haya una moral para el individuo y otra para el Estado. Consideraba que éste se compone de individuos y existe para que los hombres individuales puedan llevar una vida buena. Existe un código moral absoluto que rige a todos los hombres y a todos los Estados, por consiguiente, el Estado no es árbitro de lo justo e injusto, ni la fuente de su propio código moral, ni la justificación absoluta de sus propias acciones, sino que debe atender a la Ley Moral” [1]. “[…] La política de Platón se funda sobre la concepción
de un cierto orden de los valores humanos que expresa una moral. La política
debe ejercerse en beneficio no de quien la práctica, sino de aquel sobre quien
se ejerce y, además, ella debe tener por fin último no la prosperidad material
sino la felicidad conforme a la ley moral, proponiendo e imponiendo la práctica
de la virtud. Por consiguiente, una finalidad ética informa tanto la vida social como la individual” [2].
Atañe entonces a la conexión entre moral y política, el desarrollo y practica social de todas las formas axiológicas propias de sociedades maduras, las cuales, en palabras de Durkheim (1893) [3] constituirían la superación de sociedad primitiva a sociedad civilizada alcanzada a través de la solidaridad mecánica convertida en solidaridad orgánica.
Pero si la solidaridad orgánica solo es alcanzable en sociedades civilizadas, esto significa la reiteración inequívoca que el concepto de civilización está asociado, entre otras cosas, a las prácticas sociales axiológicas y que, por tanto, se comprueba —una vez más en contraposición con el concepto occidental—que la civilización se alcanza mediante el progreso tecnológico independientemente del rezago humano. Así pues, al pertenecer la solidaridad orgánica –la que se realiza sin interés del beneficio propio—en cualquier tipo de sociedad en la que destaque la cultura del beneficio mutuo, significa que La industrialización y tecnologización de algunas sociedades no garantiza la existencia de dicha forma de solidaridad, de manera que cualquier forma de sociedad puede organizarse con tales valores y por tanto poseer la condición de civilizada. Tal es el caso de infinidad de sociedades indígenas o campesinas en donde su principal forma de gobierno y sistema de cargos político y religioso se halla altamente organizado en función del equilibrio y la solidaridad. Pero, ¿qué sucede en sociedades en las cuales la solidaridad orgánica no avanza porque el dominio de la solidaridad mecánica (ser solidario mientras conviene al mismo individuo) se impone sobre la solidaridad orgánica? Sin duda que este tipo de sociedades presentan síntomas de completa analogía con la precariedad de su propia organización social.
Durante más de 20 años he configurado mi tesis que en El Salvador, la organización social habrá de superar los anacronismos teóricos y prácticos -–en el caso que los partidos políticos cuenten con teoría–, y con las figuras y formas que los partidos han mantenido como cultura de agrupamiento. precisamente, mi tesis ha sido sostenida sobre la base de la observancia epistémica constante. Los partidos políticos en el país, aun los que han emergido, desaparecido o sobrevivido, han acudido a las formas tradicionales para su organización. Y, es que esas formas han sido efectivas debido a la cultura política organizativa asimilada por la población por casi 200 años en los que “[…] se puede decir que después de tres años de la independencia en el año de 1824, se realizan elecciones para elegir a los representantes al primer Congreso que trabaja en la elaboración de una Constitución que regula la organización de la República Federación Centroamericana. Esta Constitución es producto de la primera consulta popular representativa y democrática que se conoce por lo que adquiere una relevancia histórica […]” [4]. Precisamente la asimilación cultural de la organización política partidaria ha permeado por casi 200 años, la conducta, comportamiento, ideología, valores y hasta cosmovisiones de los individuos en función del partido político al que pertenezcan. Surge entonces un proceso de aculturación política que comienza a pesar sobre la actividad axiológica de los individuos a niveles insospechados de asimilación identitaria de lo Otro sobre el Yo, esto es, que cada individuo aculturizado reproduce las normas, conductas y comportamientos de lo político como forma de vida. La adopción de la conducta política en su forma de vida ha implicado la reproducción de ciertas conductas políticas pertinentes para momentos electorales, pero no para su reproducción cotidiana en las distintas esferas de la vida. Algunas de estas esferas cotidianas se hallan representadas en el sentido que cada individuo aculturizado desde la lógica del comportamiento de los partidos políticos, construye su propia vida a la usanza de la dinámica política, esto es, la improvisación, la carencia teleológica, la primacía de los interés propios sobre los colectivos, la carencia de la solidaridad orgánica, desconfianza, utilitarismo, poder y otros tantos que surgen de acuerdo al tipo de grupo social o territorio en el que se halle. Desde luego, que no todo en los partidos políticos es negativo. También pueden constituirse en instrumentos de desarrollo cuando su filosofía y la practica están orientadas al desarrollo humano.
en definitiva, la sociedad salvadoreña requiere imperativa y urgentemente trascender mediante el paso de sociedad política a sociedad civil. Esto supone el reconocimiento político-jurídico y cultural de la multiculturalidad, plurietnicidad y pluriculturalidad. Se trata de una sociedad heterogénea a la cual se la ha negado históricamente el saber y su experiencia. Una sociedad cargada de datos historiográficos que poco contribuyen a su verdadera historia. Caudillos, lideres creados por grupos de poder económico y político han permeado y generado la propia contrahistoria nacional sustentada en hechos efímeros e inconsistentes. El Estado pues, ha sido un Estado de poder de unos sobre los otros, una cultura del dominio, poder, autoritarismo y deslealtad que sin duda alguna históricamente ha modelado la educación escolarizada, la cultura y todas las formas de coexistencia social. Dicho en simples palabras, los grupos de poder han hecho bien su trabajo para salvaguardar sus intereses.
La organización social Vs. organización política
Anteriormente señalo la organización social como elemento sustancial para la ruptura de la sociedad política en el entendido que dicha ruptura epistémica surge como categoría esencial del resquebrajamiento de las formas de organización que los partidos políticos han llevado a cabo hasta hoy. Esos modelos de organización política —sin duda pertinentes para los tipos de sociedad en el pasado—sirvieron por muchos años para la reproducción de las entidades políticas sin que ello significara el alcance de identidades políticas y, menos aún, convertirlos en institutos políticos, término del que los partidos se han auto apropiado y autodenominado.
Sin embargo, esa pertinencia del modelo de organización política de los partidos sostenida por más de 100 años parece haber llegado a su fin. Desde hace más de 20 años he sostenido mi tesis que los cambios y transformaciones en la dinámica política-organizativa de la población habría de transformarse con celeridad debido a varias causas. Desesperanza en la población, corrupción, liderazgos efímeros, carencia de discurso, carencia de método, desvinculación entre la población y los partidos, excesivo control y poder, enajenación sobre la realidad, prepotencia, altanería, ignorancia y particularmente ausencia de las más elementales normas axiológicas por parte de dirigentes políticos, serían entre otros, las principales causales de rompimiento entre la sociedad civil y la sociedad política. Pero, además, debemos agregar la insatisfacción de la población de las promesas hechas por los partidos. El utilitarismo político del que la población ha sido objeto, así como la inconsistencia en el discurso, la manipulación y populismo a ultranza que los partidos han implementado en su quehacer cotidiano. Pan y Circo, la estrategia acumulada durante más de 100 años en el país, parece estar perdiendo su efectividad. Al respecto, “La locución «panem et circenses» (pan y circo) la acuñó el poeta satírico Décimo Juvenal, que vivió en la ciudad de Roma entre los siglos I y II de nuestra era. En su ‘Sátira X’ (77-81) critica la corrupción y decadencia de Roma, incluida una estrategia de los políticos populistas para ganar los votos de los pobres: regalarles comida barata y entretenimiento con representaciones circenses. Juvenal se lamenta de que el pueblo haya adquirido la costumbre de recibir favores de los políticos, renunciado así a sus derechos y deberes como ciudadanos” [5].
En este contexto, la desesperanza en la población ha tocado fondo. La posibilidad de construir un mejor futuro en sus vidas ha sido truncada por el oportunismo y manipulación política. Pero el oportunismo y manipulación ha dejado también huellas acumuladas en el tiempo, convirtiéndose en un estado de conducta y comportamiento en buena parte de la población y peor aún, en las esferas axiológicas, proyectos de vida y cosmovisiones poblacionales. Deslealtad, oportunismo, utilitarismo, envidia, egoísmo, ausencia de solidaridad, carencia de vínculos sociales y otros tantos han permeado la conducta individual y comportamiento social de buena parte de la población. En tal condición, esa población reproduce los antivalores generados en las esferas de la vida política en la práctica de su vida social.
Precisamente, durante todos los años anteriores al presente, han sido estas condiciones las causantes de la apatía a la organización social. La población ha sido históricamente orientada y manipulada al activismo político partidario en el cual ella misma ha buscado alguna especie de refugio de sus identidades, aunque en este caso, el instrumento llamado partido político no ha sido el más pertinente. Los partidos políticos, carentes de una filosofía identitaria multi-pluricultural, no contemplan en su diseño, el fortalecimiento de dichas identidades; por el contrario, han asumido que son ellos la expresión única de identidades únicas, lo que pone a los individuos en dependencia absoluta de identidades partidarias insostenibles y ontológicamente inexistentes. De hecho, en El Salvador, la efímera identidad política –si es que existe–, se halla circunscrita a momentos electorales y de ninguna manera a formas y modos de vida. La otra parte de esa posible identidad efímera está configurada por la razón ideológica, pero aun, la condición ideológica de los individuos se modifica con celeridad cuando las circunstancias de interés laboral, cultural o político lo demanda.
Así pues, la condición de identidad cultural confusa de buena parte de la población consiste en el abandono, desinterés y apatía por las formas más básicas de la organización social a partir de las micro unidades habitacionales tales como el barrio, la colonia, el pasaje, la calle. Sin duda, la última forma de organización social salvadoreña se produjo desde los años setenta a los noventa. La situación de alteridad social generada por la guerra civil provocó que la población inicialmente se organizara en pequeños grupos de atención sus propias comunidades. De hecho, esta dinámica generó caldo de cultivo para la organización política. Pero también ha sido plenamente contraproducente debido a que, con el paso del tiempo, el cansancio social de la población durante muchos años de guerra, reprodujo las peores formas de apatía al interés de lo social, de lo propio. En dichas circunstancias el aislamiento de los individuos con respecto de su territorio inmediato, el encierro identitario, la carencia de voluntad por modificar su entorno, la falta de solidaridad, envidia, egoísmo, prepotencia y poder, entre otros, han sido producto de la catástrofe que el activismo político permeó en l población.
Pese a las condiciones históricas de apatía, este nuevo siglo arroja nuevas posibilidades de reorganización social. La población comienza a utilizar sus propios instrumentos organizativos para su propio posicionamiento cultural, político, social. El resurgimiento de nuevas formas de organización social indica el posible cambio de la cultura política tradicional y, aunque este resurgimiento este predominantemente orientado a la esfera política, resulta muy probable que la reorganización social también incursione en el territorio, en el entorno inmediato de los individuos para solventar sus problemas de intervinculo, interrelación social. Pero si esta posibilidad no llega a cumplirse, todo parece indicar que mis tesis de hace 20 años sobre el sentido que la reorganización social tomaría para la reestructuración de la esfera de los partidos políticos, ahora comienzan a ser una realidad. La sociedad civil a través de la organización social comienza a imponerse sobre la sociedad política y, específicamente, sobre los partidos políticos. Si esto se confirma, indudablemente la forma y contenido del estado cambia, sobre todo, como lo señalé hace 20 años, las Constituciones Políticas de los países dependientes y esclavos ya no serían sus propias constituciones, sino, las constituciones de todos, particularmente la que dispongan los países poderosos interesados en esas naciones.
Refundar el estado salvadoreño
De acuerdo a la Constitución Política actual, son los partidos políticos la única forma de acceder a la conducción del estado. Pero como he dicho antes, las Constituciones de los países dependientes tendrán vida mientras los países interesados en los dependientes no influyan para su modificación o también, tendrán vida mientras el poder del pueblo ejerza su condición soberana y reclame su derecho a vivir como decida.
Retomo algunas de mis notas publicadas en años anteriores para exponer la verificación de mis tesis. Así entonces, “sin ninguna duda, los partidos políticos sin proyecto político propio se condenan a su propia reducción o desaparecimiento, sobre todo de aquellos que emergen con autoproclamas de vanguardismo, representatividad popular o asumiéndose como “sujetos” de transformación. LOS PARTIDOS POLITICOS NO PUEDEN ASUMIRSE COMO SUJETOS, CONSTITUYEN EN SI MISMOS, POR ONTOLOGIA, EL OBJETO PARA LA TRANSFORMACION. PENSARSE COMO SUJETO SIGNIFICA CONFUNDIR LA HISTORIA Y A QUIENES LA HACEN: EL PUEBLO.
En Latinoamérica, el empirismo (que comúnmente se confunde con pragmatismo y práctica) ha sido el ejercicio cotidiano del activismo político que confunde la actividad con el pensamiento. El pragmatismo es un Método Filosófico que se plantea la validez de la verdad de otra doctrina a partir de sus efectos prácticos, naturalmente se refiere a postulaciones filosóficas no a los hechos como cosas; más bien, de estos hechos se encarga el empirismo dividido en tres formas: el empirismo positivista que consiste en materializar sistemas teóricos generales de tipo lógico propios de la mecánica clásica, es decir, considerar que los fenómenos concretos a los que la teoría es aplicable son exclusivamente comprensibles en términos de las categorías del sistema. A ello debemos agregar una especie de empirismo particularista que supone que el único saber objetivo es el de las cosas y de los sucesos concretos y finalmente, el empirismo intuicionista que sólo permite un elemento conceptual en la ciencia social y éste sólo puede ser de carácter individualizador [6]; dicho de otra manera, frente a esta deformación del arte de hacer política, ¿qué es cultura política? El concepto aparece en 1963 con el estudio de Almond y Verba The Civic Culture. En opinión de los autores, la cultura política es el conjunto de actitudes, creencias y sentimientos que dan orden y significado a un proceso político y que proporciona los supuestos y normas que gobiernan la conducta en un sistema político, es decir, la cultura política remite a la forma en que el sistema político ha sido internalizado por los individuos y supone la existencia de un sistema simbólico que es compartido en general… [7]. Como he señalado en otras ocasiones, la cultura política adoptada por el pueblo constituye una reproducción de la cultura de los grupos de poder, es decir, lenguaje, conductas, organización y otras tantas que se gestan en los grupos populares, constituyen las representaciones simbólicas (en algunos casos contrapuestas) de los mismos grupos de poder nacional. Los mismos temores de buena parte de los grupos de poder nacional frente a la competencia internacional se reflejan en los sectores populares y en muchos en el plano de lo local, es decir, la asimilación de una cultura del miedo reproducida en muchos de los que conducen los Partidos y por supuesto, su respectiva transmisión y herencia a sus bases partidarias.
Sin duda que reconvertir los partidos políticos implica reconvertir la historia política del estado, sobre todo porque éstos han sido el instrumento fundamental desde los cuales se ha organizado el estado nacional. Esto supone el predominio de la sociedad política sobre los intereses de la sociedad civil, es decir, la supeditación de las funciones y competencias de todos los servicios del estado en función de las disposiciones políticas que los partidos han diseñado durante más de 100 años, lo cual ha derivado en la predominancia de un estado político sobre un estado administrativo. Al respecto conviene asimilar que, en el siglo XXI, el concepto de partido político debe rebasar las formas de organización y funcionamiento heredados de la Colonia y convertirse en OBJETO (instrumentos) de cambio, transformación y representación de los verdaderos SUJETOS políticos e históricos, es decir, los mismos ciudadanos. Aunque ciertamente los partidos políticos (dependiendo de la conformación histórica, cultura, proyecto de vida de quienes los conforman) pueden convertirse en INSTITUTOS POLITICOS, no debe confundirse el concepto de INSTITUTO con su INSTITUCIONALIDAD. En definitiva, Reconvertir los Partidos debe comprenderse como la modernización de sus funciones en el estado, pluralidad en su pensamiento, generación de un discurso multicausal y representativo de los símbolos de las pluri-identidades que conforman a los nuevos individuos de este siglo, superación de sus tradicionales plataformas políticas para convertirse en proyectos políticos propios que surgen a partir de las transformaciones constantes de las sociedades actuales que demandan nuevas formas de organización local y nacional.
En síntesis, la REFUNDACION DE EL SALVADOR parece ser una tarea histórica de todos los salvadoreños con visión de nación que tanto en el país como fuera del mismo, poseen el conocimiento y experiencia para Construir una Nación pluriétnica y multicultural históricamente obligada al anacronismo político y al show holliwodesco de quienes ostentan el poder y de aquellos que ahora buscan parecerles. Se trata de pensar una nación a partir de la microunidad territorial. Un proyecto de nación que se fundamente en el DESARROLLO MUNICIPAL en todos los órdenes de su propia dinámica y particularidad histórica, cultural, económica, política y social”.
El mapa ciudadano de seguridad social
De acuerdo a algunos teóricos, el concepto de Seguridad Ciudadana debe ser cambiado por “Seguridad Humana y desarrollo humano” [8], aduciendo que lo ciudadano está más vinculado al concepto de “orden público”, es decir, al carácter propio de las políticas públicas a la usanza de “Fred Frohock que indica que los tomadores de decisiones siempre deberán seguir su aplicación conductiva, regulativa, distributiva, redistributiva, capitalizable y ética” [9]. Esto significa su impulso desde el centro del poder político, económico y cultural. Ciertamente lo humano no riñe con lo ciudadano. Ciudadano es todo aquel que habita un territorio, indistintamente de su procedencia, origen étnico o su nacionalidad.
Este siglo, como los anteriores, impone sus nuevas formas de comprender y concebir el mundo. Lo multiétnico, multicultural, pluriétnico y pluricultural no son sólo términos de clasificación antropológica. Su carácter multiexpresivo les concede una posición en las realidades de cada sociedad. El discurso sobre la homogeneidad étnica y sociocultural de los Antropólogos Culturalistas del siglo pasado, ha sido rebasado desde su propio nacimiento. El mestizaje y la multiculturalidad al interior de los pueblos han existido siempre. Debida cuenta, su Sincretismo Cultural ha servido históricamente para la creación de mecanismos de resistencia frente a los embates del capitalismo voraz y excluyente, racista y discriminativo. Ahora, el mundo se torna más complejo, más disímil y sus procesos de transformación dejan de ser lentos y unilineales, surgen, emergen y se suscitan con velocidad. Pero también con esa misma velocidad desaparecen si no se encuentran estrechamente articulados a sus propias territorialidades, a sus propias esferas, a sus propias estructuras de identidad.
En este contexto internacional, el problema de la Seguridad Ciudadana, entendida como la conjunción satisfactoria de todas las necesidades humanas (salud, educación, cultura, recreación, economía, vivienda, etc.), ya no es tema únicamente de cada país. De la misma forma que se han globalizado las mercancías, telecomunicaciones, información, telemática y otras tantas, así también se ha globalizado el problema de la Inseguridad Ciudadana en la cual no solo se violenta la seguridad física, sino también humana. Seguridad Social, Ciudadana y Pública, comprende tres definiciones que, en sentido práctico, refieren las mismas necesidades con atenciones y tratamiento particularizado. En simples términos, dadas las condiciones que impone el Contexto Internacional, en materia económica, al potenciar las clases medias y el comercio, la Globalización también ha abierto brechas para la generación de espacios de movimientos de capital que no son controlados por los grupos de poder internacional. La masa de dinero que circula en la esfera del comercio y sus diversificaciones ha generado que el dinero se mueva con más facilidad y rapidez en países autodenominados con “economías libres de mercado”. Precisamente, son esos países los que ahora presentan mayores niveles de conflicto social al interior de la sociedad civil. Mientras el estado no intervenga en la circulación de las grandes masas de dinero, muy difícilmente podrá efectuarse el control necesario del volumen de capital que circula en los distintos espacios, los cuales, en última instancia, deben ser provistos y transformados sincrónicamente al modelo económico adoptado. Finalmente, señalo 5 elementos que durante 20 años he propuesto sobre el concepto de seguridad social configurados en una misma concepción de lo nacional: 1) territorio, 2) contexto, 3) institución, 4) comunidad y 5) familia, todos ellos que articuladamente configuran la organización de lo que denominamos “Mapa ciudadano de seguridad social” en función de la reducción de la violencia expresada en el delito, el acto, la actitud y el comportamiento social. (Del detalle de cada uno me ocupo en mi trabajo “El Mapa ciudadano de seguridad social. Una construcción antropológica”, publicado en Co-latino, 1 de julio de 2014. En: https://www.diariocolatino.com/maras-estado-y-sociedad-en-el-salvador-el-mapa-ciudadano-de-seguridad-social-una-construccion-antropologica/ )
[1][2] Tomar Tomar Romero, Francisca, Ética y política en platón:
la función de la virtud (I), p.249. En: file:///C:/Users/Usuario/AppData/Local/Temp/Dialnet-EticaYPoliticaEnPlaton-5521459.pdf
[3] Durkheim, E., La división del trabajo social, Solidaridad mecánica o por semejanzas, Capitulo II y III. En: https://aulavirtual4.unl.edu.ar/pluginfile.php/7100/mod_resource/content/1/Durkheim%2C%20Emile%20-%20Division%20del%20trabajo%20social.pdf
[4] Tesis, Gómez Zarate, Luis Augusto, «Las condiciones mínimas para la verificación de un evento electoral», Universidad de El salvador, 1983. En: http://www.csj.gob.sv/BVirtual.nsf/0/de8724fc3bd37ecf06256b3e00747a26?OpenDocument
[5] Gerardo Castillo Ceballos., Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra. El eterno retorno de la política de “pan y circo”. En: https://www.unav.edu/opinion/-/contents/02/11/2020/el-eterno-retorno-de-la-politica-de-pan-y-irco/content/CnBM7sduyZOb/29699267
[6] Silva Ruiz, G. Teoría sociológica clásica Talcott Parsons, Ed. UNAM, México, 2000
[7] Almond Garbiel, Verba Sydney, The civil culture political actitudes in five nations, Princenton University Press, 1963, en Enrique Cuna Pérez, El Cotidiano, UAM, México, Octubre 2005, p. 16