Muere el Diego Maradona: conmoción en el deporte a nivel mundial
Diego Armando Maradona murió este miércoles tras sufrir un paro cardiorrespiratorio en el barrio San Andrés, en el partido bonaerense de Tigre, donde se había instalado días atrás luego de la operación en la cabeza a la que fue sometido por un hematoma subdural. El 30 de octubre había cumplido 60 años.
Según confirmó el periódico el Clarín en una primicia mundial, Maradona se descompensó a las 10 de la mañana y falleció minutos después del mediodía, luego de que los médicos que lo asistieron intentaran reanimarlo sin éxito. El campeón mundial en México 1986 había sido operado de un coágulo en la cabeza a principios de noviembre.
En los últimos días, su familia y entorno habían notado a Maradona «muy ansioso y nervioso», por lo que se había reflotado la idea de trasladarlo a Cuba para su rehabilitación, donde ya había pasado unos años luchando contra su adicción a la cocaína.
Fuentes judiciales confirmaron a este diario que a partir de las 18 comenzará la autopsia para determinar con precisión qué fue lo que pasó con el «Diez». Será en el Hospital de San Fernando.
Al mismo tiempo, desde Presidencia de la Nación confirmaron que Alberto Fernández decidió decretar tres días de duelo nacional a partir de este mismo miércoles.
Una historia sin igual
Y un día ocurrió. Un impacto mundial. Una noticia que marca una bisagra en la historia. La sentencia que varias veces se escribió pero había sido gambeteada por el destino ahora es parte de la triste realidad: murió Diego Armando Maradona.
Villa Fiorito fue el punto de partida. Y desde allí, desde ese rincón postergado de la zona sur del Conurbano bonaerense se explican muchos de los condimentos que tuvo el combo con el que convivió Maradona. Una vida televisada desde aquel primer mensaje a cámara en un potrero en el que un nene decía soñar con jugar en la Selección. Un salto al vacío sin paracaídas. Una montaña rusa constante con subidas empinadas y caídas abruptas.
Nadie le dio a Diego las reglas del juego. Nadie le dio a su entorno (un concepto tan naturalizado como abstracto y cambiante a la lo largo de su vida) el manual de instrucciones. Nadie tuvo el joystick para poder manejar los destinos de un hombre que con los mismos pies que pisaba el barro alcanzó a tocar el cielo.